El pueblo, la masa, los nativos de la madre tierra ya han dicho en todos los idiomas que “más vale solo que mal acompañado”, y también que “El buey solo, bien se lame”.
La soledad
libre es una sinfonía de alternos y contrarios que dilata la angostura
provocada por el vacío; la ausencia de compañía no es soledad.
La soledad
preñada de amor es fecunda y se alía con la verdadera amistad; sin ideas, sin
experiencias, sin dolor, sin alegría...etc.; la soledad pura y dura será siempre
estéril o hará decrépitos prematuros.
Quien odia
convive con la soledad inerte del muerto; no se puede vivir en soledad y sin
amor; el que ama nunca esta solo porque disfruta y sabe compartir la hondura de
la soledad.
La soledad debe ser el respiro
del intelecto; relajar el espíritu, el cuerpo y el pensamiento se logra en
soledad y más si esta es compartida; ahora bien, los muertos no están en
soledad, están solos en su asamblea pero
no piensan; es evidente que el polvo no
piensa..., y el cuerpo exánime es polvo?, ¿o no?.
Pocos han intentado investigar
si existe “pensamiento sin soporte de polvo o sustento físico”. ¡He ahí la
cuestión de la vida humana como temporalidad determinada (con inicio –nacer y
final-muerte)!.
Solo se esta en soledad cuando
uno piensa, imagina, elucubra, divaga, razona y argumenta incluso una sonata o
una tocata...etc., que se escucha perdido por el arrebato de lo más cercano a
la creación como don de dioses.
Un sordo puede crear sus
sinfonías, sobre todo en soledad, siempre que ame; el odio es un grito de
rabia, de envidia, de impotencia física y mental...etc.; en fin, siempre será
un ruido cacofónico, jamás una sinfonía.
Hay reflexiones o inventos
mistéricos (no místicos) que avalan nuestra elucubración filosófica y o
religiosa sobre la riqueza de la soledad.
Veamos un parámetro de
referencia nada comprometedor ni comprometido que posibilita elucubrar sin
complejos intelectuales; el misterio no nos implica pero permite divagar.
Dios es Único pero no se acepta
sólo; en el mundo cristiano Dios es Trino, pero se realiza en la sola
individualidad de tres : Padre, Hijo y Espíritu.; no tres dioses, Único Dios;
invento in-aprehensible al que llaman misterio; yo no necesito misterios; solo
necesita misterios quien quiera ocultar algo... ¡Ése sí es peligroso!; no Dios.
Uno en Tres pero en la Soledad convergente de Uno
por amor; todo ello dicen que sólo ¿se explica? por amor;.
En las religiones Dios o los
dioses solo se expresan por la relación amorosa según dicen los Profetas,
Pontífices, Intermediarios, Sacerdotes...etc., como interlocutores de Dios o de
los dioses (que no nos hable Dios, el solo Uno, que moriremos...); nadie quiere
morir ni por ni para ver a Dios...,
porque morir es vivir el final de la
propia temporalidad.
Si tanto atractivo tiene Dios
¿por qué ni los nombrados santos, excepto Teresa de Jesús, quiere verle cuantos
antes?; ¿tan feo es Dios?; ¿o es por que está sólo...?; y ¿cómo va a estar solo si son tres?.
Cuando la mística Teresa dice
“vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero por que no muero”, no lo
dice por que quiera morirse, ni mucho menos; lo dice por que está tan enamorada
de Cristo que quiere morirse aquí para vivir con el muerto, no por que su
referente sea Dios; su referente es Cristo, como lo es el mío, y nada más. Es
que Teresa de Jesús estaba enamorada de Cristo como hombre, no por que fuera
Dios.
Pero si es Uno sí esta solo;
eso parece cuando quien le llama, según muchos dicen, no contesta...; ¿esta o
no esta?, ¿es o no es?; ¿existe o no?. ¿por qué?; ¿esta reunido?, ¿esta en consejo permanente?;
Sí pero no; ¿o no, pero sí queremos que exista?; ¿existe por que le
queremos o por que le necesitamos
(creyentes), o no existe por que no le
queremos (ateos)?.
¿Chulea el ateo cuando
pontifica su rechazo de la existencia de Dios a quien crea afirmando su
negación?; ¿le teme o le reta?; ¿le niega por que le teme?; ¿le reta por que
sabe que no va a contestar?. Eso también lo se yo, y creo en Cristo, incluso
como Hijo de Dios solo en el sentido en el que El se proclamó.
La negación y el reto son una
afirmación, son asertos y todo aserto es un acto de amor, de existencia, de
vida; ¿es que el ateo al negar a Dios afirma su existencia deseada o incluso
amada u odiada por temida?; no lo sé, pero es claro que le inquieta.
¿Por qué inquieta al valeroso ateo quien no
existe?; ¿le molesta que otros crean (tengan fe o se la fabriquen) en su Dios?
¿Por qué?...etc.
¿O al ateo le cabrea que otros
no crean en su “no dios o en su propio pequeño dios alternativo”?.
Tal vez se pueda pensar que el
ateo cuenta demasiadas milongas para ser creíbles; ¿O es que también los demás
nos las contamos?-…, naturalmente...¿sí?.
En un cementerio solo pueden
molestar los vivos (bestias o no); los muertos ya no existen; polvo son y se
los lleva el viento o se integran en los frutos de la “ama lur”; no aman, no
afirman, no niegan, no piensan, no son; es más, no están ahí.
Pulvis es et in pulverem
reverteris” o “polvo eres (de un polvo has nacido)y en polvo te convertirás”;
el polvo, todo polvo, antes o después se
lo lleva el viento al final de la temporalidad; a lo más se convierten en
alimento para los que ya viven o luego van a vivir; ¿los hijos y los nietos se
comerán a los padres?...Pues claro, a quién va a sorprender una realidad tan
vívida y observable. Observa el proceso “bio-lógico” por “bio-químico”…, y
luego me dirás…
Entonces, ¿ querer es crear el
ser?; ¿un acto volitivo crea el ser?; en el Dios de la Biblia es así; Dios crea
por actos de su única voluntad (hágase...y se hizo), pero no todo acto volitivo
humano crea un ser (en el ser humano por ejemplo véase la cópula, sea esta un
acto compulsivo o parte de un consciente disfrute amoroso y libremente
compartido).
Además resulta que para estar
(vivir?) con Dios hay que morirse (dejar de amar), que es lo que nadie quiere;
nadie ama morir; morir de amor o por amor será licencia poética, mística
teresiana o maternidad pero en su vertiente de finitud no resulta atractivo.
Será que para demostrar amor
hay que morir (como Cristo?); pero el que muere ya no puede amar...; para amar,
lo mejor es no morir;; pero muere todo bicho viviente; ¡claro!, ¡evidente!
En consecuencia, si hay que
trascender la muerte para seguir amando inventemos la resurrección como
expresión de una forma de inmortalidad; en otras palabras la “perdurabilidad” o
“la durabilidad de tu existencia (per) a lo largo de siglos o milenios
(tiempo), generaciones (genes de grupos humanos)”.
Constatamos hechos evidentes :
no existe constancia de resurrección (las visiones evangélicas son visiones no
son hechos objetivos), pero sí existe constancia de la perdurabilidad de muchos
(la historia esta llena); las generaciones con el paso del tiempo (¿pasa el
tiempo?) mitifican la perdurabilidad de algunos que sí han muerto, aceptando
que vivieron, aunque no todos.
Para amar sin fin hay que
morirse (como Cristo?), es decir hay que dejar de amar o morirse de o por amor
o por amar en exceso, “reventando de amor” o, en fino, “pletórico de amor”.
¿Puede ser el amor la expresión
del absurdo?, ¿puede ser la convergencia de contrarios y contradictorios?; ¿es
el amor acto libre o pulsión instintiva?; ¿nace del interior o emerge del
exterior? ¿es repuesta a un estímulo buscado o emergente?; ¿es respuesta o es
pregunta? ¿es encuentro o es búsqueda? ¿llena al ser (humano?) o lo vacía?
No sé si Cristo se vació (hasta
morir o entregar su vida) pero lo que nadie podrá negarle es que conquistó la
trascendencia y llenó hasta el fin de los tiempos la Historia humana, el menos
en su perdurabilidad.
Cristo como hombre no fue ni
será eterno (sí perdurable), ya que tuvo
principio y fin; ¡ojo!, que en la esencialidad de lo eterno no ha lugar
para el principio ni para el fin.
Cristo como supuesto Dios (Hijo
de Dios) puede ser entendido como eterno para el creyente; ¿pero es eterno por
perdurable o resulta perdurable por eterno?.
Cristo solo puede ser asumido
como Hijo de Dios eterno si trascendió la perdurabilidad después de su
principio (nacer) y su fin (morir). Pero si en el concepto de Dios se integra
la inexistencia de principio y fin (¿eternidad?).. nacer ya es principio aunque
morir no sea fin, sino principio de nuevo ser o ser de otro modo... ¿?...¿?.
Cristo puede ser aceptado como
el Gran Místico de la
Humanidad que trascendió y quebró todas las concepciones
pasadas (A.T. y otros), presentes y ¿futuras? sobre las hipótesis de la
relación (religación) de todo ser racional e inteligente con cualquier
concepción de la divinidad, sea o no única, bina, trina...etc.
Ni Yavhe, ni Elohim, ni Jehová,
ni Buda, ni Mahoma y menos ninguno de los restantes fundadores de sectas fueron
capaces de atreverse a “religar” al ser humano con la divinidad llegando a
tutear al “Innombrable – Dios”.
Afirmándose “Hijo de Dios”, afirmó juntas o
alternativamente:
a)
Que todo humano nacido, quiéralo o no, es y se puede
auto-nombrar “hijo de Dios”, como El se atrevió.
b)
Que Cristo afirmó su filiación divina (Hijo de Dios)
queriendo demostrarla mediante su Resurrección que es la única acción de
imposible comprobación fáctica.
Quienquiera que pretenda
“desmitificar” (no digo analizar con respeto y libertad de mente) la realidad
de la personalidad de Cristo y / o su
religación con Dios o la
Divinidad (la que sea), suficientemente mitificada por los
primeros seguidores (cristianos, creyentes o crédulos), solo demuestra miedo,
envidia, rencor y / o petulante inmadurez. (¡que su dios o su no dios, de esos
tales no libre!).
Con y desde Cristo, que tardó
demasiados siglos en vendernos la posible cercanía en la religación del hombre
con Dios, el creyente tiene argumento humano para superar el miedo al
Incognoscible, a lo ignoto, al vacío del “no ser”...etc.
Llamar padre a Dios (Abba en
ebreo), expresa la íntima vivencia de una atrevida y filial religación con la Trascendencia
entendida en otras concepciones como El Temido y adorado (en sus diversas
acepciones Sol, Fuego, Viento, Luna, Tierra...etc.), durante milenios en
múltiples culturas y religiones conocidas, reales o inventadas.
La de Cristo fue la más
atrevida religación con la divinidad hasta entonces desconocida y que
respondería a la inconscientemente deseada relación profunda del hombre con el
“más allá” en su búsqueda y esperanza de la deseada inmortalidad, y que puede
traducirse en perdurabilidad anímica con o sin soporte físico identificable...,
hasta el momento.
El rechazo temeroso a la
finitud y la atracción voraginosa por la inmortalidad, siquiera como
alargamiento sin término de la temporalidad finita, puede crear (acción de exclusiva
competencia divina que logra el ser del
no ser o el algo de la nada...etc.) y regurgitar conceptos (¿por inspiración
profética?) como la trasmigración de las almas, la reencarnación entendida como
una simpática broma producto de un inteligente buen humor, la humanización de
la divinidad (nace el Hijo de Dios en Cristo), y hasta la resurrección.
Yo solo podría reconocer como
“ateo” a quien jamás en su existencia hubiera pensado en Dios; quien piensa en
Dios ya lo reconoce; si bien reconozco y acepto que “el numero de humanos imbéciles es infinito”, y
para que nadie se ofenda, yo no me excluyo.
Hasta la epifanía de Cristo
ningún iluminado, profeta o no, tuvo la intuición o inteligencia de posicionar
al ser humano en la religación filial y afectiva con Dios; Cristo logró traer
el “más allá” hasta acá; algo que no deja de ser una superación, siquiera
mística, de la muerte.
Para colmo lo hizo con la forma
más sencilla y comprensible para el ambulante erecto: la religación biológica
entre complementarios permite crear seres humanos o no para la temporalidad; y
la religación síquica (intelectual – racional – pensante – etc.) que busca
trascender la temporalidad, crea la superación del fin cuyo paso previo es la
mortalidad; quien no muere, es decir, quien no finiquita su temporalidad no
podrá vivir con y / o como Dios la inmortalidad.
Desde Cristo, un buen cristiano
no se desea la Muerte ,
pero tampoco la teme (“Padre pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad
sino la tuya” dicen que dijo Cristo); el cristiano asume la muerte como parte
de una cierta inmortalidad y / o como la forma de llevar a término sin
excesivas angustias la propia durabilidad peregrinante; morir creyendo vivir
después de aquí (aunque sea de otra forma) resulta más llevadero.
Cristo aportó una razonable
racionabilidad al humanismo y a la compasión tanto en las relaciones humanas
como a las divinas frente al excluyente divismo hebreo, frente a la brutalidad
y el hedonismo egocéntrico de la cultura romana y frente al narcisismo de la
cultura griega; aportó rebelión frente a las tiranías de cualquier especie religiosa, social, política, cultural y
económica.
Desde Cristo ya es factible
para la especie humana hacer esencia de la existencia aunque el existir no
necesariamente hace el ser como persona consciente; cuando el ser humano
(persona) no es capaz de hacer emerger su subconsciente pierde su existencia
consciente, es decir, no es persona en plenitud.; solo se es persona en
plenitud cuando se es capaz de trascenderse hasta la intemporalidad o
perdurabilidad sin inicio ni fin. El científico Theilhar de Chardin, poeta de la trascendencia y filósofo de la
materia en el Fenómeno humano y en La aparición del hombre, entre otras obras,
apunta, aunque implícitamente, a Cristo como vértice de la cosmogonía; yo
también.
En realidad, Cristo si no más
creíble en cuanto Dios, al menos ha sido y es el “dios más amigable”, a pesar
del negocio que otros se han montado echando fardos a mucho crédulo, que no
creyente.
Aún así, después de nuestra
individual temporalidad, por que la deseamos esperamos una trascendencia...; no
sabemos cómo, ni sabemos si nos importa; lo de aquí, ahí queda; ama y evita
padecer mientras aquí estas; haz bien sin saber a quién..., e incluso aunque
supieras a quién.
N.B: Escrito por JJAM - (Año 2002)